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Una sombra recorre el paisaje nacional: la cordillera con su nieve, los desiertos, la costa. El deslumbrante paisaje chileno en INRI, de Raúl Zurita, se despliega así, ensombrecido: asombrosos árboles, asombrosas carnadas, la sombra de los peces que en el océano aguardan su alimento, la sombra de los aviones de donde ésta lloverá. Claridad y sombra conmueven como un no poder cerrar los ojos ante el horror.
INRI es un poema extremadamente visual, con panorámicas y vistas aéreas, pero también atento a lo particular, el detalle, como los gusanos o las carnadas -los tendones, los músculos- revueltas en el océano. Y a pesar de tanto, el poema está privado de la facultad de la vista, pues no se emplea el verbo “ver” salvo cuando éste significa “reconocimiento” (nos vimos); en cambio, las imágenes se escuchan (Escuché un campo interminable de margaritas blancas). Esta característica cobra fuerza cuando se habla de los cuerpos de los muertos: tus cuencas agusanadas Los muertos no tienen ojos para contemplar la belleza del paisaje sobre el que llueven sin embargo, lo ven. Sigue leyendo